miércoles, 2 de septiembre de 2009

MODELO LINEAL DE HAROLD LASSWELL


La Mass Communication Research es una corriente que irrumpe a mediados del siglo XX con el objetivo primordial de analizar los efectos de los mensajes que se transmiten por los mass-media.

La primera pieza de su dispositivo conceptual data de 1927. Surge la figura del politicólogo y docente en la Universidad de Chicago, Harold Lasswell, quien sostiene que “los medios de difusión han aparecido como instrumentos indispensables para la gestión gubernamental de las opiniones”. Asimismo, fomenta la importancia de la propaganda puesto que “constituye el único medio de suscitar la adhesión a las masas”. Sus teorías se ven rebatidas por otras hipótesis más empíricas y naturales. No es hasta en torno a la II Guerra Mundial, que otros pensadores (Tchakhotine o Wells) no se atreven a alimentar la idea lasswelliana de la omnipotencia de los media y la propaganda. De este modo, los estudios de Lasswell se ven reforzados y pasan a abordar otros temas más críticos como la ascensión de las estrategias de propaganda de las potencias del Eje, de la URSS y del Komintern, o de construir políticas. En este contexto (1948), Lasswell es ideólogo de las primeras tesis funcionalistas que pretenden dar prioridad a los análisis de los efectos y del contenido sobre los receptores. Según él, el proceso de comunicación cumple tres funciones básicas: a) vigilancia del entorno; b) relación de los componentes de la sociedad para producir una respuesta al entorno; c) transmisión de la herencia social. Funciones a las que, dos sociólogos (Paul Lazarsfeld y Robert Merton), añadirían una cuarta: el entretenimiento. También distinguen entre funciones manifiestas y latentes y disfunciones, complicando un poco el esquema de Lasswell. Lazarsfeld, junto al psicólogo Stanton, inauguró una línea de estudios cuantitativos sobre las audiencias (Profile machine). Después de esos proyectos de metodología empírica, Lazarsfeld se distancia de la tradición de compromiso social para cuestionar otras concepciones más “administrativas”. A partir de ahí, la supremacía de la escuela de Chicago no vuelve a ser la misma. Surgen otros polos universitarios como Columbia, con el mismo Lazarsfeld y Merton, quien considera la historia del funcionalismo como otro de los cuatro “padres” de la MCR; o Harvard, con Talcott Parsons. En la década de los cuarenta, se produce una innovación que cuestiona el principio mecanicista lasswelliano del efecto directo y masificador, es el descubrimiento de un elemento intermediario en el proceso de comunicación. Sus pilares se constituyen en dos estudios de Lazarsfeld, quien introduce el concepto “grupo primario” dentro del saco de la sociedad de masas. Convierte sus estudiantes en “gurús de la industria publicitaria”, técnica que ejercería influencia en el extranjero para mejorar la exploración de las conductas de los consumidores. A pesar de su innovación, la noción del grupo primario ya se estudiaba en el seno de la escuela de Chicago y además, habían otros investigadores como Munsterberg o Mayo que se codeaban debido al perfil de sus respectivos estudios, todos ellos basados en el análisis funcional de los media. Todas las hipótesis, sin embargo, giran en torno a los trabajos de Kart Lewin, considerado el tercer “padre” de la MCR, por sus estudios de “la decisión de grupo” y el fenómeno del líder, cuando puso en práctica sus experimentos de persuasión hacia las amas de casa durante el “segundo conflicto mundial”. Aparece finalmente, la aportación de Carl Hovland, el cuarto “fundador” del análisis funcional. Éste se dedica más a seguir los presupuestos lasswellianos de orientación conductista que a las concepciones de Lewin, a través de sus investigaciones sobre la eficacia de la persuasión de masas en sus estudios de laboratorio.

A todo esto, el profesor Wright Mills se perfila como la principal “voz disidente” en este contexto al discutir severamente la sociología “burócrata” en que se había convertido el comportamiento social ante los medios. Una sociología que había perdido toda personalidad y que volcaba, ineludiblemente, su razón de ser a la “alienación de las sociedades representadas por las dos superpotencias a uno y otro lado del telón de acero”.

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